Aprendí esta técnica de autocontrol de Anna Carpena y Rafel Bisquerra, profesora y director del Màster de Educació Emocional.
En 1976, se publicó en la revista Psychology in the schools un artículo titulado
“The Turtle Technique: An extended case study of self-control in the classroom”, que
podríamos traducir por “La técnica de la tortuga: un estudio de casos de autocontrol en el aula”. Sus autores eran Robin, Schneider y Dolnick.
Años más tarde se ha recuperado en el marco de la educación emocional y es una buena herramienta para animar a los niños, de educación infantil y primer ciclo de primaria, a aprender a controlar sus sentimientos de enfado, rabia, preocupación,…
Esta técnica da a los niños un sentimiento de confianza en ellos mismos, ya que aprenden que son ellos los que pueden controlar sus actuaciones. “Puedo estar enfadado con un compañero, pero no tengo porque pegarle, ni insultarle, puedo escoger una alternativa más apropiada, menos destructiva; por ejemplo hablar con mi compañero y decirle que eso que ha hecho no me ha gustado, que me ha molestado…”
Os cuento el cuento que me enseñaron mis profes y que yo enseño, con alguna modificación, a mis alumnos para trabajar esta técnica de regulación emocional.
“Había una vez una tortuguita que le gustaba jugar. A veces jugaba sola y otras
con sus amigos; a veces jugaba en casa y otras en la calle o en el parque. También le
gustaba mucho ver la televisión.
En cambio no parecía pasárselo muy bien en la escuela. Le resultaba muy difícil
permanecer sentada, escuchando a su maestro. Cuando sus compañeros le molestaban,
por quitarle algún utensilio (lápiz, goma, bolígrafo) o la empujaban, se enfadaba tanto
que no tardaba en insultar y pelearse hasta tal punto que después sus amigas la excluían
de los juegos.
La tortuguita estaba muy molesta, furiosa, confundida y triste, porque no podía
controlarse, y no sabía como resolver el problema.
Cierto día se encontró con una tortuga sabia. La tortuguita le dijo: “La escuela no me gusta. No puedo portarme bien. Y si lo intento, no lo consigo. ¿Qué puedo hacer?”
La tortuga sabia le respondió: “La solución está en ti misma. Cuando te sientas
muy contrariada o enfadada y no puedas controlarte, métete dentro de tu caparazón. Ahí
dentro podrás calmarte”.
La tortuga sabia continuó diciendo: “Cuando yo me escondo en mi caparazón
hago tres cosas. En primer lugar me digo “Alto”. Luego respiro profundamente una o
más veces. En tercer lugar me digo a mi misma cuál es el problema”.
Después de esta explicación, las dos tortugas practicaron juntas varias veces.
Pasado un rato de práctica, la tortuguita dijo que ya deseaba volver a clase para
comprobar la eficacia.
Otro día, la tortuguita estaba en clase cuando una compañera empezó a
molestarla. Apenas comenzó a sentir que se despertaba la ira en su interior, que se le
calentaba la sangre y se aceleraba el ritmo de su corazón, recordó lo que le había
explicado la tortuga sabia. En ese momento se replegó en su interior, donde podía estar
tranquila sin que nadie la molestase. Luego pensó en lo que podía hacer. Hizo varias
respiraciones profundas. Después salió de su caparazón y observó que la profesora le
sonreía.
La tortuguita practicó esta estrategia muchas veces. No siempre conseguía
controlarse. Pero, poco a poco, el hecho de replegarse dentro de su concha fue
ayudándole a regular mejor su ira. Con el paso del tiempo llegó a controlarse casi
siempre. Esto le permitió tener más amigas y disfrutar de ir a la escuela.